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“El nuevo periodismo”, la inspiración de imágenes e ideas. La actualidad del periodismo literario y


El llamado “nuevo periodismo” nace en la década de los 60’s en Estados Unidos, en medio de una serie de cambios vertiginosos en todas las aristas de la vida social, desde la economía y la política hasta la cultura y las formas de expresión artística.

Entonces estaban en boga las luchas sociales, la demanda de las minorías, como la raza negra, especialmente, por condiciones laborales y de justicia igualitarias con relación a sus similares caucásicos. Tiempos turbulentos en la nación norteamericana tras el asesinato del entonces presidente John F. Kennedy; el movimiento beat que funge como bastión del posterior movimiento hippie y la demanda de otro sector de la sociedad por un modelo de vida que no procurara solamente la lógica del mercado y un estilo de vida considerado superficial, el de la casa, el auto y la familia bonita, tradicional, como única forma aceptable para superarse y saberse completo en la existencia. En medio de estos cambios vertiginosos, convulsivos, varios escritores optaron por un método de comunicación que empareja la objetividad y rigurosidad que demanda la práctica periodística y la estética y naturaleza imaginativa que ofrecen la literatura: “el nuevo periodismo”, del que se desprenden los relatos no ficción. En este tipo de trabajos el autor, para la realización de su obra, utiliza herramientas de investigación como la entrevista, la consulta hemerográfica e inclusive pesquisas policiacas, al mismo tiempo que recurre a las hipérboles, metáforas, símiles y demás recursos que emanan de la creación literaria.

Se le considera a Tom Wolfe como el principal exponente de este modelo expresión. Wolfe, de hecho, realizó la publicación de un libro en la década de los 70’s titulado así mismo, “Nuevo periodismo”; una serie de ensayos en los que el escritor y periodista norteamericano realiza un análisis de la aparición de este fenómeno. Otros de los exponentes de esta vanguardia se pueden encontrar en Rodolfo Walsh, Norman Mailer, Hunter S. Thompson y Truman Capote. De la obra de este último escritor es que se desprende una de las novelas no ficción más importante de todos los tiempos, la que vino a afianzar el género y fungir como bastión para la inspiración y publicación de otras de su mismo tipo: A sangre fría, un relato en el que Capote toma un hecho de la vida real y lo trasciende al plano de la ficción, donde puede jugar con los personajes, momentos y lugares pero al mismo tiempo se rige bajo una riguridad periodística.

En otros grandes escritores de la literatura universal, a menudo no tan mencionados como los ya expuestos cuando se habla del Nuevo periodismo, son Gabriel García Márquez y Ernest Hemingway. Ambos escritores y periodistas durante toda su vida. La “no ficción” es constante durante toda su obra. Con tintes más metafóricos e impregnados del realismo mágico en la obra del colombiano, mientras que con más seriedad y hombría en la del norteamericano. De hecho, Ernest Hemingway no consideraba a los protagonistas de sus relatos como “personajes”, pues para él estos no son símbolos o representaciones de un cierto tipo de personas, como sucede en la literatura clásica; sino que son personas en sí mismas, seres reales que parecieran haber sido tomados con una cámara fotográfica y no dibujados por la mano de un artista (Mares, 2014).

En cambio, García Márquez jugaba mucho con su árbol familiar y las situaciones que vivió de joven en Colombia o en Europa. Su obra se empata con la realidad bajo la belleza de una prosa impecable, única en la historia de la literatura universal, al mismo tiempo que con una crudeza palpitante. Por ejemplo, muchos de los personajes de su novela más reconocida, 100 años de soledad, son construidos a partir de los caracteres de sus padres y hermanos; en Relato de un náufrago, el colombiano toma el hecho real del naufragio a la deriva por diez días de una persona por los océanos caribeños y lo narra con tintes literarios. En Crónica de una muerte anunciada, “Gabo” rememora un hecho de su infancia cuando, en el pueblo en que vivía, todos sus habitantes sabían que el asesinato de un joven se acercaba a excepción de él mismo. Mientras tanto, en una labor mucho más metódica y rigurosa en cuanto a la investigación periodística, en El General en su laberinto García Márquez relata los últimos días de vida del libertador de América, Simón Bolívar. La labor de documentación del escritor colombiano en esta obra fue tan exhaustiva que inclusive se hizo de los servicios de un astrónomo que lo instruyera sobre las noches en que Bolívar pasó en luna llena.

Este tipo de obras terminan convirtiéndose prácticamente en reportajes de largo aliento que, desde la belleza estética de la creación libre y el genio literario, permiten arrojar un atisbo de luz sobre un hecho histórico, trascendental para la sociedad por alguna u otra razón. En la actualidad, existen escritores como Umberto Eco, recientemente fallecido, o Leonardo Padura, cuyas obras fungen como una instrucción y clarificación, desde la subjetividad que significa la literatura, sobre tal o cual suceso.

Y es que desde la recopilación y el traer a colación contextos, personas, sitios, momentos que ya sucedieron, se convierte más fácil reconocer el porqué de determinado contexto social, político, económico, cultural, etc. No hay mejor forma de reconocer el presente y echar un vistazo hacia el futuro que examinando el pasado.

Todos los autores mencionados en este análisis cuentan con la relación de haber sido en vida periodistas y literatos. Por su misma vocación hacia la investigación y la búsqueda de la verdad, se puede afirmar casi con toda certeza que, si un reportero pretende aventurarse en el mundo de la literatura, llevará consigo muchas de las herramientas periodísticas que lo impulsaron a escribir en primer lugar.

La literatura, en muchas de las ocasiones, al mismo tiempo que hace vibrar el espíritu cuando es hecha con honestidad y pulcritud, muchas veces es más clarificadora sobre determinado contexto política, económico, social, cultural, etc, de lo que pudiese serlo tal o cual tratado sociológico o antropológico. La buena literatura, al mismo tiempo que es un ejercicio de entretenimiento y recreación, es quizás la manera más certera de formar también seres más humanos.

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